Los malos hábitos, el estrés, la inseguridad, los conflictos sin resolver, la ansiedad, los miedos y las frustraciones nos pasan factura físicamente.

El organismo el fiel reflejo de lo que vivimos y sentimos diariamente. Como tal, debemos cuidarlo y tenerle muy en cuenta a la hora de construir nuestra rutina de vida. Si sufres dolores de espalda, cuello, presiones en el pecho, insomnio, etc., es más que probable que no lleves un estilo de vida del todo saludable. Nuestro cuerpo evidencia todo lo que hacemos en nuestro día a día y una constante exposición al trabajo o al estrés puede provocar efectos nocivos para el organismo.

Podríamos decir que el cuerpo se divide en dos zonas principales:

  • Eje vertical: va de pies a cabeza y se encuentran las zonas que determinan nuestra personalidad. Se divide en la parte izquierda, derecha y central. En la primera se quedan grabadas todas las experiencias que vivimos. Si presentamos dificultades en nuestra parte diestra, quiere decir que solemos tener problemas para relacionarnos o expresarnos con nuestro entorno. Y, por último, cuando éstas se dan en la parte central, se considera que el causante de todos los problemas es uno mismo y, por tanto, cuesta mucho más encontrar una solución.
  • Eje horizontal: corresponde a la zona entre la mano izquierda y la derecha y abarca los pulmones, el corazón, etc.

Como hemos comentado antes, ambos ejes están sujetos a nuestra rutina diaria. De esta manera, el estrés, la ansiedad o la irratibilidad acaban pasándonos una factura física. El cuerpo puede llegar a tolerar los efectos nocivos de diferentes formas:

  • Tensión muscular: como consecuencia de nuestro ritmo acelerado de vida, los músculos se contraen provocando dolores de cabeza, espalda, cuello, etc. Es la consecuencia más común y notoria.
  • Dolores fuertes de pecho: normalmente, suelen ser fruto de un alto nivel de ansiedad. Se combinan con irratiblidad de la garganta, problemas del sueño, reacciones del estómago e hígado, etc. Si la ansiedad se vuelve crónica puede desencadenar efectos más peligrosos como, por ejemplo, problemas cardiovasculares saturación del sistema nervioso o problemas en nuestro sistema inmune.
  • Sexualidad y sistema reproductivo: el estrés crónico puede llegar a provocar disfunción eréctil o, en el caso de las mujeres, irregularidades con el ciclo menstrual.
  • La piel: pueden aparecer impurezas, sarpullidos, acné, etc.

Recomendación

Hay una serie de puntos a seguir para poder prevenir y paliar todos estos efectos nocivos que acaban afectando gravemente a nuestro organismo.

En primer lugar, debemos prestarnos atención a nosotros mismos. Hemos de saber darnos tiempo, tomarnos las cosas con más calma y disfrutar de los pequeños logros y objetivos alcanzados. Otro asunto importante es nuestra autoestima, es decir, cómo nos valoramos a nosotros mismos. En este caso, no nos referimos a un reconocimiento de nuestras tareas conseguidas sino a nuestra esencia como personas, nuestra personalidad y relaciones afectivas con la gente que nos rodea.

Es importante también ser capaces de respetar nuestros procesos de maduración personal. De esta manera, conseguimos asimilar, poco a poco, los diferentes retos que se nos presentan y no dejamos lugar a la comparación con otras personas. Otro factor, probablemente de los más importantes, es no ser demasiado autoexigentes y asumir nuestras propias responsabilidades.

Por último, para poder acercar nuestro estilo de vida hacia una vertiente más saludable, debemos establecer un plan de vida organizado. En él, tenemos que incluir acciones adecuadas y prolongadas en el tiempo, evitando el cúmulo de éstas en unas horas determinadas del día. Consistiría en diseñar un plan desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir.

Las obligaciones y responsabilidades siempre van a estar ahí, esperando a ser cumplidas cada día. Pero la vida es sólo una y el cuerpo también.